sábado, 22 de diciembre de 2007

Medio

Ya no sé qué decir sobre la vida
Y menos qué explicar sobre la muerte,
Porque en los dos extremos veo perdidas
Toda lógica y credo de la suerte.

Yo creí en la virtud y en la cordura
De los santos, los buenos y los héroes,
Que me inculcaron cuando mi alma pura
Grababa las improntas de mi mente.

Nada cursé tan justo y tan preciso,
Como esa senda que seguí derecho,
Cumpliendo los recados bien sumizo,
Con paso leve por camino estrecho.

Mediocre hasta doler para ser hombre
Bueno, educado, servidor y listo
para hacer y cumplir, pero sin nombre
como guerrero a las órdenes de Pirro.

Ser mediocre es mi título y destino;
La gravedad de Newton: fruta al suelo;
Cuidando siempre la ocasión y el rito
Sin pretender rondar el universo.

Caer, siempre caer en línea recta,
Con un gesto feliz y una sonrisa
Que alegre a los demás, siempre discreta
Como una nieve tibia que acaricia.

Ser bueno es gravedad intrascendente,
Solo mueca teatral rasando el suelo,
Sin procurar jamás vía ascendente,
Quebrar el curso pretendiendo un vuelo.

Un vuelo a algún confín desconocido,
Lejano, fiero, lóbrego o desierto,
Subir, errar y zigzaguear perdido,
Hasta caer de lo alto, satisfecho.
MAV. Miguel Angel Vergara.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Terrible es el olvido

TERRRIBLE ES EL OLVIDO.

Terrible es el olvido, más duro que la muerte.
Ingresar en la nada de conciencias queridas.
Disiparse en las mentes como el humo y la bruma,
Como palabras huecas de los libros sin vida.

Hasta los perros mueren custodiando la tumba
Del dueño generoso al que tanto querían.
Sin duda alguna sueñan que pronto volverán
Y jugarán de nuevo saltando de alegría.

¿Por qué el hombre que ama no cura las heridas?
¿Por qué hay hombres que matan despreciando la vida?
Mueren miles un día en algún atentado;
Millones en un año: de inmediato se olvidan.

Es la muerte que exige reservas en su espacio
De fantasmas que pueblan territorio infinito.
Hoy somos el presente y mañana el pasado,
Semillas de otras almas con el mismo destino.

¿Para qué celebrar el vigor del nacido,
Si a poco que caminen estarán relegados
Porque si es triste muertos, es más terrible vivos:
Estar vivos, presentes, y también olvidados.

MAV. 10-12-07.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Música y Llanto

Una vez dijo Lucero que estaba sólo y cansado.
Lo escucharon agoreros y muy lejos lo llevaron.
Lo llevaron a los límites de la patria y de la vida,
donde no hay casa y comida,
donde no hay más que la nada.

Tal como estaba Lucero ni preguntar ya podía.
Miró alrededor y nada se aparecía a su suerte.
Nada, nada, estaba sólo en un desierto penoso;
hablar no comunicaba. Correr no era razonable,
no había a quién reclamar,
ni hablar, ni hacer, ni mañana.
Solo había soledad en un silencio probable.
Silencio y oscuridad. No se sentía un rumor.

Lucero pegó un gran grito, como Jesús en la cruz.
y oyó. Y escuchó su propio grito.
Y volvió a gritar y oyó. Por mucho tiempo gritó.
Parecía que él solo oía, pero por ver insistió.
Primero se quedó absorto, pero después esperó.
Inútilmente esperó. Una, dos, tres, cuatro y cientos.
Solo sentía su voz que clamaba.
Estaba muerto.

Cuando su voz se quebró unos gruñidos lo hirieron,
otros no le disgustaron, más bien lo fortalecieron.
Y unos sonidos alegres lo animaron a Lucero.
Empezó a elegir sus gritos,
y encontró malos y buenos.
Y por más que estaba oscuro y no era muy apercibido,
pensó que no estaba sólo, había encontrado
el sonido.

Un compañero de lujo, o de terror, como quiera.
No sabía, no sabía. Y mientras tanto gritaba.
Después habló y discurría,
y hasta cantó.
Cantó canciones sagradas, otras de amor, de justicia,
de peligros, de aventuras
y de niños a la cama.
En el medio de la nada,
Lucero encontró el sonido,
sonido a gusto y proclama.
Elegido y a elegir…Tenía toda la gama.
Está bien que estaba sólo y con nadie confrontaba,
pero tenía un quehacer,
un quehacer para sí mismo,
que por ahora alcanzaba.
Para estar muerto es bastante,
Hay vivos que no hacen nada.
Entonces se arrodilló y dio gracias.
Dio gracias por escuchar su propia voz y sentir
que Dios estaba en su alma,
que la Música era Dios
con sonidos y palabras.
Sintió que no estaba sólo,
la divina compañía,
le dio sentido a la muerte,
le dio sentido a la vida.

Un sonido primigenio
emite el niño al nacer:
es un grito, es un llanto,
viene con Dios dentro de él.

MAV. 25-8-06.