jueves, 5 de julio de 2007

Un poco de lo que nos pasa hoy.

Esto se veía venir. El positivismo fue estragando sin miramientos nuestros juicios morales. Nos invadieron las imágenes externas a través de la luz y la audición tecnológicamente inmediatas y desvirtuamos totalmente las normas de nuestros propios principios. Poco a poco, por via de la diversidad de interpretaciones, nos fuimos absolviendo, con curiosa candidez, de nuestra degradación del razonamiento lógico, simple y directo. Olvidamos los propósitos fundamentales del alma humana y los valores morales que nos mantenían tan seguros y de pie frente al mundo. Caímos en la materialización hedonista fácil e inmediata, con ganancias al dia, no para después de muertos. Van Gogh y Belgrano de pronto dejaron de ser ejemplos virtuosos, para pasar a ser tontos históricos, con una iluminación esporádica de dudosa procedencia, que les permitió elaborar obras o realizar hechos que después adquirieron valores extraordinarios para gloria de los más pudientes.
Todos los fines se transformaron en individuales, sin consideración alguna con los fines públicos. De tal modo el quehacer político del hombre descendió al nivel del juego de azar, practicado por quienes primero perdieron los valores y se anotaron en el buen negocio de ser diputados o senadores en las listas sábanas que nadie lee. Y ahora se ha llegado al colmo de jugar a ser presidente, poniendo verbo y presencia con dedo acusatorio y dedo directivo de hasta el más humilde ciudadano, pisando sobre el peldaño gastado o previamente ensuciado de los que estuvieron antes. Y este juego pueden jugarlo todos: los probos y los mafiosos, los santos y delincuentes, los tarados mentales y desviados morales. Cualquiera de ellos –según atienda o no el teléfono, o soporte los micrófonos- contará con un número apreciable de majaderos batiendo el parche de la crítica periodística, obsecuente y vacía, que no posee discernimiento alguno para poner en primera plana la trivialidad y la incompetencia absolutos.
Por detrás del rey sorteado, el bufón le canta loas y hace mil piruetas mientras se sienta bien pagado. Si no, discrepa, le clava puyas de todo orden, revela los secretos y es capaz de hundirlo y entregarlo a las fieras con tal de hacer mejor negocio.
Está en boga lo nuevo y lo joven. No importa quienes ni por qué, solo que sea nuevo y joven. Y hay gente de edad madura que cree que defendiendo estas premisas y filtrándose sudorosos en las manifestaciones de púberes embozados, mandados y pagados, han de detener el tiempo, su propio tiempo y la memoria de lo ya vivido, que no tienen empacho en sostener y revivir, en lugar de apoyarse, como buenos viejos, en la experiencia y el conocimiento de lo ya vivido, de lo ya quemado, para no quemarse de nuevo.
Hemos llegado al punto de aplaudir y posiblemente votar, al payaso y su farándula, con un desprecio total por los valores del conocimiento y la aristocracia del saber. Mientras Occidente asciende por los peldaños del conocimiento y las tristes experiencias que no olvidan y asimilan positivamente en unión y libertad, nosotros nos fundimos en nuestra individualidad casera, miserable y altanera, resintiendo siempre del patrón, del que más gana; pretendiendo la igualdad teórica, aunque contradiga la constitución y las leyes y asumiendo la presunción de ser dioses con el recurso de un estado que da limosnas, en lugar de proveer las condiciones para obtener trabajo, previsiones para la vejez y vida digna de ser vivida.
Los razonamientos lógicos más sencillos son enseguida incorporados a una mezcladora estatal de comisiones, divisiones, secretarías, oficinas y departamentos que las descuartizan hasta hacerlos desaparecer como prestidigitadores que cambian una cosa de mano en mano, de dedos a dedos, de palmas a dorsos, hasta hacerlas desaparecer de nuestra vista. Y a veces, al igual también que los prestidigitadores, crean otro punto de atención, otro lugar hacia donde dirigir la mirada, para que no se vea el truco solapado y travieso.
Así es como el razonamiento lógico que permite resolver que “A mayor delito mayor pena” se lo somete a la licuadora ya descripta y se lo elimina sin miramientos como si molestara a alguien o fuera una estupidez.
A mayor delito mayor pena es tan sencillo como: A más frio más abrigo. Pero en lugar de procurar estufas empezamos por argumentar que en La Argentina no hace tanto frio como para matar gente, en consecuencia, con un buen pullover basta para resolver la cuestión, por lo que corresponde regalarle pulloveres a los pobres. Lógicamente que de esta manera falseamos o desfiguramos las premisas con resultados falsos. En cambio razonando correctamente podemos asegurar que las cárceles se hicieron para los delincuentes: Tu eres delincuente, entonces debes estar en la cárcel. Y los delincuentes deben estar en la cárcel para que aprendan y no cometan más actos delincuenciales y para que los honestos vivan en paz.
Pero no. Anatemas a mí por decir esto. Las penas y las cárceles no son para castigo, sino para obtener la reinserción del delincuente a la sociedad,
pronto y sin reservas ni antecedentes ni reincidencias que aumenten las penas porque estas proceden de la conformación genética, del ambiente, de la casa, del barrio, de las condiciones económicas, de la pobreza, la educación y de los medios de comunicación que divulgan exageradamente los delitos. ¡SOFISMAS! Puros sofismas que se divulgaron y tomaron estado público haciéndose populares e imperativas al punto tal que hasta dignos representantes de la Iglesia, de la Iglesia de Jesucristo que era pura paz, puro amor, todo sacrificio, han justificado la rebelión y la violencia por las diferencias sociales; anuncian estallidos sociales y acompañan, utilizando a Jesús como insignia, a los promotores de graves desórdenes, daños innecesarios, lesiones y hasta muertes en las calles.
¿A quién convence o conviene tanta corrupción moral y tanta violación jurídica? No sé sinceramente. No estoy en condiciones de señalar a nadie pero si es pura decidia del estado, sí lo acuso y lo condeno por inoperante y partícipe por omisión, porque las normas son tan claras y sencillas que nadie que detente un cargo público puede ignorar que, para citar algunas desde el principio de las acciones con discernimiento: 1) Los niños que no obedecen a sus padres; que faltan a la escuela sin justificación real; que no estudian su etapa obligatoria porque no se les da la gana; que molestan a los demás o que incitan al desprecio por la educación, deben ser sancionados –previas explicaciones- con llamados de atención, advertencias, amonestaciones, suspensiones y expulsiones si fuera necesario. 2) El maestro o profesor que no enseña debidamente, debe también ser sancionado. 3) El estado debe ser ínfimo y respetar el Derecho. 4) El ejercicio del poder en lo esencial, altruista y constreñido al cumplimiento de las leyes que se promulgarán de acuerdo al principio fundamental de la libertad y la felicidad en comunidad. 5) Los magistrados y funcionarios que cobran sueldos, son empleados de la comunidad. 6) La vida sexual del ser humano debe ser íntima. 7) El lenguaje debe ser educado. La vestimenta debe ser adecuada a la vida en comunidad. 8) Las edades deben ser respetadas. 9) El ahorro debe ser promovido. 10) Los menores que delinquen deben ser juzgados, condenados y sometidos a institutos y enseñanza especiales. 11) El funcionario que delinque debe ser doblemente condenado e inhibido de todo empleo público. 15) La reiteración agrava la pena y se produce habiendo mediado cualquier condena anterior, pudiéndose prescribir la primera, luego nunca más. 16) Los investigadores científicos sobre salud y progreso, deben ser alentados y premiados. 17) El arte debe ser libre, estímulado y apoyado. 18) La solidaridad interior y con las demás naciones debe ser altamente calificada, encarrilada y participada. 19) Las diferencias individuales y sociales deben ser respetadas. 20) Las vocaciones deben ser alentadas.
Los principios fundamentales provenientes de leyes naturales o que la razón impone por inequívocos y absolutos, deben regir nuestra vida social, sin imitaciones o sumisión a principios o leyes que no nos pertenecen, ni concilian con nuestro territorio, idiosincrasia y fundamentos históricos.
La globalización existe, pero las diferencias religiosas, idiomáticas, territoriales y culturales también, desde mucho antes y por mucho tiempo.

MAV.

17-7-02.- Revisado y concluido el 7-7-7.