sábado, 25 de agosto de 2007

Opción

Los surcos del esfuerzo de la vida
se marcan en las manos y en la cara;
el sudor de dudar queda en la cama…
El día de morir no se adivina

Yo lo supe una vez en la cocina,
cuando mi madre aventaba el fuego;
ella dijo: “Vivir, hijo, es un juego
en el que pierdes siempre de partida”.

Se parte sin saber si vas de ida
o de regreso de un principio incierto;
si el camino es el recto y verdadero
o una trampa, un siniestro, una caída.

La pobre mente la esperanza abriga
de un mañana seguro y placentero,
mientras tanto camina al vertedero
donde la carga del saber se olvida.

O quedamos pasivos de movida,
mirando absortos el correr del tiempo,
jugando a laberintos y lamentos,
hasta llegar al punto de salida.

O salimos corriendo a la deriva,
como esos perros que largan hambrientos,
a morder hechos, tiempo, experimentos,
hasta que nos sorprenda el fin del día.

Eso es todo, señor, eso es la vida,
un pasar por el mundo de la duda,
yendo y viniendo con el alma oscura
sin saber qué es verdad o qué es mentira.

MAV. 20-8-07.

Propuesta

Necesito verte, suerte, muerte,
infierno sano.
Necesito que estés conmigo ahora
en este trance,
que no es nada raro.

Con una sola bala que atraviese
las cabezas bien juntas de los dos,
no podrán despegarnos del abrazo…
Y si no es una bala, que sean dos.

Si en el momento más crucial y justo,
nos besamos,
la sangre saldrá de nuestras bocas
y nos beberemos mutuamente,
como gemelos en el vientre,
como hermanos.
(En el vientre nada nos está vedado).

No hablemos de destino ni de angustias;
que si la muerte es fría, seca, nada
u otro mundo peor.
Vámonos a saber que me tortura
seguir mirándonos y a la deriva
pensar y sentir cosas distintas,
creyendo que creer es lo mejor.

El mañana voluptuoso se acabó.
Ese mañana que nos tiene enfermos
de ansiedad y de tedio, terminó.
Se acabó el pensamiento y la razón.
¡Qué importa si la flor se marchitó!

Lo único que importa ahora ¡con cuidado!
es que todo salga bien y que la muerte
no pueda separarnos nunca más.
Que nos entierren juntos, bien pegados,
con la sangre coagulada de los dos.

Yo estoy dispuesto vida, amor y suerte.
Estoy dispuesto y no es una expresión.
Es la fórmula más simple del encuentro,
de no perdernos en la desazón
de querer saber y no saberlo…
¿Qué es el amor, mujer, qué es el amor?
¿Por qué yo te amo así y tu a mi no?

MAV. 20-8-07.

¡Todavía no!

*

Cantemos, cantemos, ahora que podemos,
cantemos el canto que anoche soñamos;
no digamos nada que si está nublado,
o si truena un rayo que ilumina el cielo.-

Vivamos, vivamos frutando lo nuestro,
llevando en las manos callos del esfuerzo
por plantar las plantas que sirvan de ejemplo
a los hijos nuestros y a los hijos de ellos.

Ellos ciertamente, sabrán comprendernos,
brindarán con vino de los callos nuestros,
sumarán constancia, sumarán afectos,
jugarán sus hijos sobre nuestros cuerpos.

¿Y si no qué pasa, cuál es nuestro objeto?
¿El amor de un día, de una noche, un sueño?
¿Contar nuevamente redundos sucesos,
caminar mirando el juego de espejos?

¿Leer las novelas de viejos maestros,
que narraban claro con sabios conceptos?
¿sentir que las lágrimas se nos salen solas
cuando recordamos los viejos momentos?

¡NO QUIERO LLEGAR! ¡NO ME ARRASTRES TIEMPO!
Todavía corro, todavía trepo,
todavía aspiro a cumplir mil sueños.
¡Naceré de nuevo! ¡Por eso no rezo!


MAV. 2000…
(*) Cuadro: Intimidad, Miguel Ángel Vergara

Atajo

Mi verdugo pintó otra vez su trampa,
con su astuto mohín ensimismado.
(Se fue a dar una vuelta en el estrecho:
también tomó descanso).

Pero ya no me engaña, lo conozco
como la misma palma de mi mano,
y sé que la llanura no es tan grande,
aunque siga descalzo.

Ese sendero que marcó derecho,
que cruza la pradera liso y llano,
es un puro espejismo; serpentea
escabroso, erizado.

Por eso he de cruzar por aquel bosque
que aparenta ser lóbrego y cerrado,
porque allí sé que mi verdugo oculta
un floreciente atajo.

MAV. 1970/ 1980.

Soy el sol

*

¿Quién fue capaz de señalar lo bueno
y lo malo en el mundo de mis actos?
¿Quién me inculcó en el alma sentimientos
de piedad y cuidado a los incautos?

El sol quema la tierra y los sembrados
sin mirar si lo arruina al buen labriego.
Brillante como es él así se muestra,
con su luz, con sus rayos y su fuego.

No puede andar gustándole a la gente
y brillar según crean necesario
A costa de su esencia y de su suerte
de centro del sistema planetario.

Ilumina igual lo bueno que lo malo,
tanto mata o da vida con su abrigo.
Sueñan con él la gente de los polos
y el desierto disfruta con su brillo.

Así quiero ser yo de luminoso,
diáfano y evidente, apasionado,
mostrarme sin disfraz y sin cuidado
de sentimientos vanos e ilusorios.

Y si violo las leyes despiadado,
si las ciencias sucumben con mi voz…
¡Qué me importa que digan lo que digan!
¡ Yo soy así señor, yo soy el sol!


MAV.
(*) Cuadro: El Diamante, Miguel Ángel Vergara