viernes, 19 de noviembre de 2010

CARTAS NEGRAS

CARTAS NEGRAS.

Estoy recibiendo cartas negras.
Deben ser de algún loco del camino,
Alguno que se quedó sin padres. Peregrino
hastiado de ver tierra, dolorido
de los pies y las piernas. Y del alma.
Algún médico enfermo que algún día
atendiera a mi padre sin poder sostenerlo.
Y papá ya no está. No entra y sale
con su amor-humor agrio, triste y abismado,
complicado y maldito, como el mío.
Y ahora cartas negras, solo negras, recibo;
en papel y sobres negros y la tinta
con pura esencia de sangre acicutada.
Que deben ser del maldito peregrino
que busca mi alma de hastiado y pervivido,
pues ya nada para mí tiene sentido:
Quisiera beber luz y bebo vino.
No sé amar. O mi amor está teñido
por los recuerdos que no fueron buenos.

Mañana publicaré mi voto por las ruedas,
rodando sobre los huesos del camino.
Mañana papá me dirá:”Mire adelante”
y yo le obedeceré, pues sé que es cierto,
que mirando delante no sufrimos.
Lo que mata es la niebla y es la noche.
Y el cansancio del ojo, de los ojos,
rendidos de mirar siempre lo mismo.
Sin una luz de sol que me ilumine.
Algunas de esas cartas que ahora llegan,
tal vez sean del caucho de las ruedas.
Las cargas más pesadas dejan manchas
más negras, imborrables y cargadas.
Son manchas pero vivas, visibles evidentes,
durables, trascendentes... Pero...
Hay que cargarlas eliminando todo lo prudente
lo cotidiano, todo lo que contradice
las leyes, las normas, los consejos,
Son cartas negras que llegan a los viejos.

Ven padre, vamos a quinientos
kilómetros de velocidad.
Suelta el volante. Déjalo que ruede.
Que el viento te seque las lágrimas
de los ojos húmedos de sueños incumplidos;
y la sangre, tu sangre y mi sangre,
tiña los campos, las casas, el camino
y perduren para siempre ¡Para qué vivimos?
Ven. Cambiemos el color del mundo,
del cielo, de la tierra, de los árboles.
Tanto verde, marrón, tanto celeste
forman una mixtura con olor a olvido.
¿Y el rojo? ¿Dónde está el hermoso rojo?
El rojo está en la sangre, pero la sangre
se lava enseguida en el camino.
O en los sanatorios y en los hospitales.
La gente oculta el rojo de la sangre.
Que no quede, no perdure, que no manche.
Y al final se mezcla todo y queda todo negro.
Horrible negro, tenebroso y ciego
de donde provienen las cartas negras
que poco a poco todos recibimos.

Y el noble rojo se pudre con la rosa,
muere con ella como el ser humano,
que somos de entrada un asco
y morimos peores todavía:
Repugnantes, olorosos... Esos
escribimos románticas poesías,
obstinados en colorear sentidos
y desprendernos de ese manto negro
que juega con el tiempo y se aproxima
mandando cartas negras a los prestos
a conjugar el resto de su vida.

Miguel A. Vergara 3-3-10

La inspiración de este poema se debe a César Vallejos,
mi padre, mis dolores y mis años.