lunes, 17 de diciembre de 2007

Música y Llanto

Una vez dijo Lucero que estaba sólo y cansado.
Lo escucharon agoreros y muy lejos lo llevaron.
Lo llevaron a los límites de la patria y de la vida,
donde no hay casa y comida,
donde no hay más que la nada.

Tal como estaba Lucero ni preguntar ya podía.
Miró alrededor y nada se aparecía a su suerte.
Nada, nada, estaba sólo en un desierto penoso;
hablar no comunicaba. Correr no era razonable,
no había a quién reclamar,
ni hablar, ni hacer, ni mañana.
Solo había soledad en un silencio probable.
Silencio y oscuridad. No se sentía un rumor.

Lucero pegó un gran grito, como Jesús en la cruz.
y oyó. Y escuchó su propio grito.
Y volvió a gritar y oyó. Por mucho tiempo gritó.
Parecía que él solo oía, pero por ver insistió.
Primero se quedó absorto, pero después esperó.
Inútilmente esperó. Una, dos, tres, cuatro y cientos.
Solo sentía su voz que clamaba.
Estaba muerto.

Cuando su voz se quebró unos gruñidos lo hirieron,
otros no le disgustaron, más bien lo fortalecieron.
Y unos sonidos alegres lo animaron a Lucero.
Empezó a elegir sus gritos,
y encontró malos y buenos.
Y por más que estaba oscuro y no era muy apercibido,
pensó que no estaba sólo, había encontrado
el sonido.

Un compañero de lujo, o de terror, como quiera.
No sabía, no sabía. Y mientras tanto gritaba.
Después habló y discurría,
y hasta cantó.
Cantó canciones sagradas, otras de amor, de justicia,
de peligros, de aventuras
y de niños a la cama.
En el medio de la nada,
Lucero encontró el sonido,
sonido a gusto y proclama.
Elegido y a elegir…Tenía toda la gama.
Está bien que estaba sólo y con nadie confrontaba,
pero tenía un quehacer,
un quehacer para sí mismo,
que por ahora alcanzaba.
Para estar muerto es bastante,
Hay vivos que no hacen nada.
Entonces se arrodilló y dio gracias.
Dio gracias por escuchar su propia voz y sentir
que Dios estaba en su alma,
que la Música era Dios
con sonidos y palabras.
Sintió que no estaba sólo,
la divina compañía,
le dio sentido a la muerte,
le dio sentido a la vida.

Un sonido primigenio
emite el niño al nacer:
es un grito, es un llanto,
viene con Dios dentro de él.

MAV. 25-8-06.