sábado, 25 de octubre de 2008

DAME TU MANO

Dame tu mano.

Dame tu mano, Vida, de tu mano
por las que corre el sentimiento vivo
sujetos fuertemente como hermanos
que temen a las sombras, yo te pido
entremos donde guardan los humanos
cuerpos al gasto de vivir rendidos.

Símbolos son estos sepulcros fríos
de otros que en el tráfago movieron
sus sueños , su inquietud, su amor, su hastío.
Al misterio insondable se vertieron
como su agua en el mar vierten los ríos
que allá en la cumbres, por morir, nacieron.

La paz –dicen los vivos- que sustentan,
insistiendo cual singular acierto,
en estos altos pinos que alimentan
su savia de la savia de los muertos
cual hienas infernales; que lamentan
cuando los choca, natural, el viento.

En estas lozas grises, turbias, frías.
En estos bronces de adornar, helados;
en estas infinitas galerías:
depósito social de lo pasado
que guardan en su dura geometría
los cuerpos de los muertos alineados.

Este cadaveral que se frecuenta
con voces de mil llantos y lamentos
y en que insisten los que la vida alientan
pretendiendo ser dueños de lo incierto,
es la plaza de amor con que alimentan
un destino feliz para los muertos.


Tengo frío mi bien, no te separes.
Quiero sentir tu sangre, estar seguro
que estás viva. Estos tristes pensares
sobre las fosas y los grises muros,
han abierto el arca de pesares
que el alma lleva en un lugar oscuro.

No te detengas, que esa flor marchita,
quizá por el olvido del amante
de renovarla siempre, me acredita
la muerte del amor. Sigue adelante,
confirma en tu mirada la bendita
promesa, hecha, del amor constante

Y vayámonos ya, que la mañana
de azul y de oro puro ha despertado
y le hace guiños al amor, ufana.
Cuélgate de mi brazo ya, salgamos,
que al tiempo de estar juntos aún le gana
el tiempo que estuvimos separados.
Miguel Ángel Vergara (MAV) 1957.