lunes, 29 de noviembre de 2010

las mascotas

LAS MASCOTAS.

Voy a salir a cultivar el perro.
La “mascota” como se llama ahora
a los animales que sufren el encierro
para distracción del paso de las horas.

Los animales, de una manera u otra
han sido siempre maltratados por el hombre
que los usa para accionar sus armas,
para comérselos o cobrar solo por verlos.

Cuando se los cultiva hay que darles de comer.
A los leones se le dan los perros,
a las serpientes se le dan las ranas
y los gatos se comen a las ratas.

Los hombres comen carne de animales vivos
y tienen instalaciones especiales de cultivo.
A algunos les gustan mucho las entrañas
y van allá a cortar riñones e intestinos.

Otros comen víboras, pájaros y hormigas.
Los pavos y cerditos son servidos
con galas y arreglos bien vestidos
en las fiestas de fe hacia lo divino.

A todo esto por allí me digo:
¿No nos comerá Dios cuando morimos?
Y morir es solo un formalismo
de digerirnos más purificados?

Quizá haya un convenio con el diablo
y él se coma los malos y Dios los buenos,
por sostener lo moral en el terreno
contradictorio de todo lo creado.

Las estrellas, las lunas y los astros
que alguien maneja con precisión enorme,
por recrearse entre millones de años,
¿No nos tendrán de mascotas a los hombres?

No sé pero si un día de éstos
todo se interrumpiera y desmembrara,
alguien tendría que asumir las reglas
para que restablezca el orden que creara.

Y nos devuelva la dicha de ser fieras
que comemos animales adornados
defendiendo con pasión el ecosistema
con el gatito infectándonos las manos...
Miguel A. Vergara 1-3-10

jueves, 25 de noviembre de 2010

NADA

NADA


Tres días leyendo. Mis piernas se envaran.
El cerebro transa. La sangre se estanca.
Por eso si escribo el miedo me embarga.
Pero si camino, me enfermo de rabia.

Sentado o andando nunca llego a nada.
Las metas se alejan frente a mi mirada.
Yo no tuve casta, ni amigos, ni casa.
Solo un cuerpo débil y -supongo- un alma.

El cuerpo me pesa una tonelada.
Y el alma, si es alma, lo azuza y ataca
cuando me levanto en cada mañana
a cumplir el rito de estar sin ser nada.

Miguel A. Vergara - 19-10-10

viernes, 19 de noviembre de 2010

CARTAS NEGRAS

CARTAS NEGRAS.

Estoy recibiendo cartas negras.
Deben ser de algún loco del camino,
Alguno que se quedó sin padres. Peregrino
hastiado de ver tierra, dolorido
de los pies y las piernas. Y del alma.
Algún médico enfermo que algún día
atendiera a mi padre sin poder sostenerlo.
Y papá ya no está. No entra y sale
con su amor-humor agrio, triste y abismado,
complicado y maldito, como el mío.
Y ahora cartas negras, solo negras, recibo;
en papel y sobres negros y la tinta
con pura esencia de sangre acicutada.
Que deben ser del maldito peregrino
que busca mi alma de hastiado y pervivido,
pues ya nada para mí tiene sentido:
Quisiera beber luz y bebo vino.
No sé amar. O mi amor está teñido
por los recuerdos que no fueron buenos.

Mañana publicaré mi voto por las ruedas,
rodando sobre los huesos del camino.
Mañana papá me dirá:”Mire adelante”
y yo le obedeceré, pues sé que es cierto,
que mirando delante no sufrimos.
Lo que mata es la niebla y es la noche.
Y el cansancio del ojo, de los ojos,
rendidos de mirar siempre lo mismo.
Sin una luz de sol que me ilumine.
Algunas de esas cartas que ahora llegan,
tal vez sean del caucho de las ruedas.
Las cargas más pesadas dejan manchas
más negras, imborrables y cargadas.
Son manchas pero vivas, visibles evidentes,
durables, trascendentes... Pero...
Hay que cargarlas eliminando todo lo prudente
lo cotidiano, todo lo que contradice
las leyes, las normas, los consejos,
Son cartas negras que llegan a los viejos.

Ven padre, vamos a quinientos
kilómetros de velocidad.
Suelta el volante. Déjalo que ruede.
Que el viento te seque las lágrimas
de los ojos húmedos de sueños incumplidos;
y la sangre, tu sangre y mi sangre,
tiña los campos, las casas, el camino
y perduren para siempre ¡Para qué vivimos?
Ven. Cambiemos el color del mundo,
del cielo, de la tierra, de los árboles.
Tanto verde, marrón, tanto celeste
forman una mixtura con olor a olvido.
¿Y el rojo? ¿Dónde está el hermoso rojo?
El rojo está en la sangre, pero la sangre
se lava enseguida en el camino.
O en los sanatorios y en los hospitales.
La gente oculta el rojo de la sangre.
Que no quede, no perdure, que no manche.
Y al final se mezcla todo y queda todo negro.
Horrible negro, tenebroso y ciego
de donde provienen las cartas negras
que poco a poco todos recibimos.

Y el noble rojo se pudre con la rosa,
muere con ella como el ser humano,
que somos de entrada un asco
y morimos peores todavía:
Repugnantes, olorosos... Esos
escribimos románticas poesías,
obstinados en colorear sentidos
y desprendernos de ese manto negro
que juega con el tiempo y se aproxima
mandando cartas negras a los prestos
a conjugar el resto de su vida.

Miguel A. Vergara 3-3-10

La inspiración de este poema se debe a César Vallejos,
mi padre, mis dolores y mis años.

lunes, 27 de septiembre de 2010

EL PIANO SIN TECLAS

EL PIANO SIN TECLAS.
No cabe dudas que éste
es un mundo material.
Que los Jardines colgantes, si fueron,
al olvido ciego de tercos cerebros,
seguro cayeron. No están y no están.
Eran puro sueño.
Este es un mundo concreto,
de una dureza arbitral:
a cada uno le pesa
conforme con su destino.
Lo costoso es resistir el cuerpo, los límites y los otros.
Los ramilletes de seres que pujan y se mueven.
Es un mundo concreto pero a la vez cinético.
Las moléculas van y vienen como locas
y los átomos que pretenden tener las mismas cosas,
y piensan, y quieren,
y provocan el caos que te odia y te muerde.
Eso, si no decretan tu destino, tu camino, tu muerte.
Solo es por algo concreto
que a caminar se aprende,
y a hablar y a besar...
El pan, la leche, el agua, el sillón y la cama.
La oferta y la demanda.
Y el poder.
Con el cual el hombre tiene y manda.
¡Ah! Y el menor esfuerzo: Nada de leyes santas,
ni normas restrictivas, ni consecuencias vanas.
Adiós al Dios y al orden; al amor y a las almas.
Yo tengo que adaptarme a vivir en concreto.
Andar siempre a favor, pero penacho al viento,
como decía aquel inolvidable viejo.
Por eso -creo- que sufro encerrado y enfermo.
Castigado. Vaya a saber por qué sabios nuevos.
Me siento vacío, sin luz y sin techo;
con el alma seca y los huesos cáscara.
Cáscaras de huevos de gallinas viejas.
Gastado, sin ganas, sin penacho, nada.
A veces me estrujo como un trapo viejo,
y lloro por nada,
y no siento nada,
y ya no soy nada: Iluso converso.
Si suenan canciones, las viejas canciones;
si leo palabras con lógica obvia;
si miro los cielos, el mar y la tierra,
entonces percibo sonar por adentro
la forma y el ritmo. La cadencia aquélla
que un día me hiciera gozar la belleza,
la idea, la mística, la luz, la armonía,
lo abstracto del tono, la música plena
que suena en mis entrañas, sin nada concreto.
Y así me convierto en piano sin teclas,
que suena muy hondo en mis sentimientos
con lágrimas de oro, de amor, de novelas,
como si las cuerdas cantaran las letras
así, sin golpearlas, cual piano sin teclas.
MAV. 23-10-2009.