EL FARO
Venían
a mí aves y avecillas:
traían
en el pico ramitas y piedras,
con el
barro justo para que pegaran
ideas y
rosas en lo alto del faro.
Las
rosas cambiaron. También las ideas.
Pero el
faro sigue altivo y guerrero
con su
luz prendida que ilumina el agua del mar
en mis
noches tristes, negras como el cielo
en que
no veo barcos, ni oleajes, ni fuego,
de mis
hijos niños, de mis hijos tiernos,
que se
fueron lejos a mirar el mundo
por
saber lo malo, por saber lo bueno.
Señor
Capitán que navegas mucho
por la
tierra, el mar y el aire profundos,
cuídalos
atento; llénalos de asombro,
de ver
oro y tiempo, costumbres y modos
de
comportamiento y llenos de gracia aprendan
las
notas sagradas de otros instrumentos.
Y has
que cuando piensen en su faro viejo,
sientan
el cariño con que los espero.
Miguel Angel Vergara,
8-1-13.