jueves, 25 de septiembre de 2008

No me alabes Nostradamus

NO ME ALABES NOSTRADAMUS.

No me alabes Nostradamus
porque yo no estoy contigo,
sino con un buen amigo
que es cómplice del Estado.

Nunca fui amador de estrellas,
ni de lunas, ni de flores
y si parecen amores
mis actitudes plebeyas

son vómitos de los huesos
que me tragué por confiado,
más por glotón que por necio,
por soñador que profeta.

Si el mundo se mueve ingrato
a mis planes tan planeados,
seguro que dura un rato
y no tardo en ignorarlo.

Como esas niñas y nalgas
que me turbaban las piernas
en mis épocas más tiernas
y al rato ya eran nostalgias.

Pero hoy ya soy hombre manso
porque me duele el lumbago.
Estoy, permanezco y no hago
más que esperar el remanso

que me arrastre en la corriente
hasta faltarme el respiro
y muera como castigo
por haber sido prudente.

¡Qué frescura! ¡Qué inconsciente!
¡Qué estúpido ser humano!
¿Para qué vivió y vivieron
tantos ardientes gusanos?

Al final creo que un día
ganarán los animales
y como frutos letales
se comerán nuestras tripas.

Yo quisiera ser arsénico
metido dentro de un frasco.
¡No lo toquen! ¡No lo beban!
¡No lo molesten siquiera!

Que eso es una cosa fea
(puede estar creando algo)
y puede hacer mucho daño
si se sale de la cueva.


MAV. 9-7-8

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