jueves, 25 de septiembre de 2008

Solo pensar me queda...

Solo pensar me queda…

Solo pensar me queda en las lujurias
y con ello estoy poco satisfecho.
Imaginar la forma de los pechos,
las caderas y la entrepierna oscura.

Elucubrar la formas redondeadas
y rozar con mi lengua la locura
para sentir las quejas de ternura
que provienen del goce, incontroladas.

Recuerdos del amor lleno de cuerpos,
de piel, de fuego, de sudor, de ganas,
de aquellas niñas que me amaron tanto
y prostitutas sin nombres y sin dramas.

Sentir mis genitales levantados
hasta agitar mi sangre y mi razón
y en mi pecho golpear el corazón
que a dar vida trotaba enarbolado.

Puedo decir a gritos mi verdad,
mas razonar con especial cuidado:
¿Vivir es todo, o solo lo marcado
por las normas sociales y la edad?

¿Quién nos paga deseos no gozados
y que aún persisten pese a lo vivido?
¿Acaso premian por no haber cumplido
la voluntad a nuestros cuerpos dados?

¿Quién y por qué nos ordenó el camino
que prohíbe los goces y maldice
las fuerzas instintivas de raíces
que vienen con nosotros, bien nacidos?

¿A dónde están las leyes y proclamas
que frenan nuestros cuerpos enervados
en esos días en que la sangre bulle
hirviendo incontrolable como lava?

La lava del volcán, de lo sagrado,
que sin ley ni razón la tierra quema,
los árboles y vida de la gleba,
sin piedad, sin maldad, sin divergencias.

Hoy me siento volcán, pero apagado,
tan apagado como tierra llana,
de apariencia apacible pero osado
que ya no escupe fuego, sino baba.

MAV. 20-8-08.

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