miércoles, 12 de septiembre de 2007

Poemas silvestres

I

Urge que diga al equino
que desfilemos la brecha;
sin más ni más, sin lisonjas,
sin tinos en la frontera,
sin sentir sangre en las venas,
ni asperezas en las manos.
Vamos por el monte seco
al encuentro de la espera;
todo gris, todo sordera,
sin escuchar a Vivaldi
describir la primavera.
Vamos animal humano:
el vandalismo es tarea,
hay que cumplir con el plan,
hay que seguir la marea.

II

No sé qué soy ni lo que hago;
no sé cuál será mi suerte.
Se desvanece mi cuerpo,
voy camino de la muerte.
Se cae mi musculatura
sobre huesos que se ablandan.
Debo vivir el momento
sin saber qué es la locura.
Ser un enfermo bien sano;
un santo audaz, infrahumano,
un luminoso gusano
dando vueltas a la luna.
Quiero arrojar mis vestidos,
como lo hizo San Francisco.
Que me vista Dios, no Cristo,
con el azul de la aurora.
Que mis músculos de mármol
sean flexibles y rígidos,
como esculpió Miguel Angel
los de David y Moisés.
No quiero tener más dudas,
que me sature la fe.


III

Yo soy como escarapela
de un país que ya no existe.
Soy Dioniso con las uvas,
vengo de Zeus por las venas,
alimentando sarmientos
que no van nunca a la escuela.
Con “El gran masturbador”
que a Gala pintó serena,
me voy por el monte yermo,
con mis piernas de gangrena.
“I apologize, dissent,
mi melancólica nena”.
Si tuviera veinte años
no me andaría con vueltas.
En la acción está la vida,
hay que matar las ideas.


IV

Vamos ya, dame la mano,
vámonos con nuestras alas,
que allá debe estar lo bueno,
lo esencial, lo más sagrado,
esperando que subamos
como novios al altar.
Tú de blanco, yo de negro,
como Davis y Diana,
con los sonidos de Mingus
escarlatas y amarillos
y tus ojos azul cielo
y el cielo en tu vientre vivo.

V

Liberemos la acuarela
con agua pincel y chorro,
que transparente la escena
en que de oscuro me borro.
En el fondo tengo el alma
pintada con temple y óleo.
Que me soporte quién quiera
aunque yo me aplauda sólo.
Quiero volar a mi modo,
la tierra me desespera.
Payaso que gesta sólo
vuela en avión de primera.


VI

El pasado no se toca,
ni la música tampoco.
Pero hay un puente invisible
entre tu boca y mi boca,
donde elementos opuestos
se complementan, se rozan
y se prenden como fuego,
fuego que funde las rocas,
y crean, crean y crean,
todo feliz, todo nuevo,
todo espacio, todo tiempo,
todo musical y alado.
Ni la música se toca,
ni tampoco lo pasado.


VII

Nosotros somos las sombras
que el firmamento proyecta;
todos sufrimos de penas,
todos tenemos defectos.
Las sombras nunca son buenas,
son solo un tanto de intento.
Sigamos la senda abierta
por otros destinos muertos.
Supliquemos la existencia
de un ignorante pasar,
apartados del vulgar
tormento de la conciencia,
por no tener plumas y alas,
por el destino vulgar
de nacer para ser nada.


VIII

El amor es apetito;
una ansiedad digestiva:
“Te quiero y te comería”
dice gustoso el amante,
y elige lo que es más lindo,
lo más sabroso y humano,
la boca que tiene lengua,
jugos, palabras, silencio,
música, luz, sombras, tientos,
y sangre, sangre traviesa,
sangre de mil condimentos,
leche, miel y fruta roja,
mezcla de amor y misterio,
como la vida y el sueño.


IX

Si yo fuera tu marido,
no andaría con ambages,
te sacaría el vestido,
arrojaría mi traje,
y empezaría a beberte,
despacito, saboreando,
cual chocolate caliente.
Asumiría tus gemidos,
cuando mi boca en tu ombligo
me pierda en lo irracional,
y entonces te mordería
hasta saberte sangrar.

(Parece que en todo existe
un juego dulce de encaje
entre algún punto concreto
y otro que es un ideal).


X

Vamos animal humano,
hay que seguir la marea.
No vayas a ir contramano
y menos aún te detengas
a mirar para lo alto
a ver el menú de estrellas.
Sal sin sodio es la consigna,
huelga constitucional,
y extención de la tarea…
Hay que seguir adelante
resbalando en salmonella.


XI


El avión va hiriendo el aire
y la herida lo sostiene.
La vida hiere las almas
y la herida las deviene.
Vayamos juntos a lo hondo
y engendraremos poemas.
Estos no son más que sueños,
sueños que el día recrea.

MAV. 2000

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